La persistencia de prácticas cotidianas, creencias y costumbres sobre el uso de la medicina tradicional, forma parte de la identidad cultural de los pueblos indígenas, a la cual acude una parte de la población, ya que además está al alcance de sus posibilidades económicas.
De ella surgen terapeutas tradicionales, personas que producen, mantienen, renuevan, exponen y analizan los componentes espirituales y materiales del ritual de curación, llamados curanderos, rezanderos, hierberos, parteras o comadronas, quienes dividen las enfermedades en dos grupos: las naturales y las sobrenaturales; las primeras son producto de fenómenos de la naturaleza tales como el viento, el frío, el polvo, la lluvia, el sol o ciertos alimentos que producen un mal y las últimas se encuentran relacionadas con hechos mágicos o de hechicería.
La medicina tradicional que practican los pueblos indígenas del Estado de México (mazahua, otomí, nahua, tlahuica y matlatzinca), mantiene su eficacia y legitimidad social en un amplio sector de la población, misma que se encuentra en constante movimiento y transformación, puesto que ha adoptado y aplicado nuevas técnicas y recursos naturales originarios de otras culturas.